lunes, 15 de septiembre de 2014

Leccion de Vidad


En una ocasión, una mujer llamada Christa trabajó para una pequeña compañía de semillas. A ella le gustaba su trabajo y le causaba gran asombro que cada semilla pequeña que vendía tuviera la capacidad de transformarse en algo milagroso: una zanahoria, un repollo (col) o incluso en un poderoso roble.
A Christa le gustaba sentarse frente a la computadora, tomar pedidos y responder preguntas; pero, un día recibió un reclamo que la dejó perpleja.
“Las semillas no sirven”, dijo el cliente. “Las compré hace dos meses y aún no pasa nada”.
“¿Las sembró en tierra buena, les dio suficiente agua y recibieron suficiente sol?”, preguntó Christa.
“No; pero yo hice mi parte”, contestó el cliente; “compré las semillas; después de todo, está garantizado que crecerán”.
“¿Pero no las plantó?”
“¡Claro que no! Eso supondría ensuciarme las manos”.
La respuesta hizo pensar a Christa; decidió que deberían escribirse instrucciones para la siembra, y concluyó que la primera pauta sería: “Tiene que seguir las instrucciones de siembra para que las semillas germinen. No las puede colocar en un estante y esperar que broten”.
No pasó mucho tiempo y recibió otra queja que la desconcertó.
“Las semillas no están dando fruto”, reclamó el cliente.
“¿Las sembró en tierra buena?”, respondió Christa, “¿las regó lo suficiente y les dio suficiente sol?”
“Claro que sí”, insistió el cliente. “Hice todo eso ― exactamente como dice en el paquete; pero no funciona”.
“¿No ha sucedido nada, no han brotado?”
“No ha pasado nada”, dijo el cliente, “las planté según las indicaciones. Esperaba tener tomates para la cena y ahora estoy muy decepcionado”.
“Un momento”, dijo Christa. “¿Está diciendo que sembró las semillas hoy?”
“¡No, qué necedad!”, contestó el cliente, “las planté hace una semana; no esperaba tener tomates el primer día; he sido paciente. Déjeme decirle que las he regado mucho y he esperado mucho desde entonces”.
Christa comprendió que tendría que agregar otra pauta: “Estas semillas se rigen por las leyes de la biología; si las planta en la mañana y espera tener tomates para comer al final de esa semana, se decepcionará. Debe ser paciente y esperar que la naturaleza haga su trabajo”.
Todo iba bien, hasta que Christa recibió otro reclamo.
“Estoy muy decepcionada con sus semillas”, empezó a decir la cliente. “Las planté como se sugería en el paquete; las regué, me aseguré de que recibieran sol y esperé hasta que produjeron la cosecha”.
“Parece que lo ha hecho todo bien”, dijo Christa.
“Todo eso está muy bien”, dijo la cliente, “pero lo que produjeron fueron calabacines”.
“En mis registros figura que ésas fueron las semillas que usted ordenó”, contestó Christa.
“¡Pero yo no quiero calabacines; yo quiero calabazas!”
“No entiendo”.
“Planté las semillas en mi huerto de calabazas, en la misma tierra que produjo calabazas el año pasado; elogié las plantas todos los días, diciéndoles cuán hermosas calabazas llegarían a ser. Pero en vez de calabazas grandes, redondas y anaranjadas, tengo un montón de calabacines largos y verdes”.
Entonces, Christa comprendió que tal vez las pautas no eran precisas y que era necesario dejar claro un principio: “La semilla que se planta y el tiempo de la siembra determinan la cosecha”.

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